¿Por qué en nuestro
país somos buenos conversadores pero malos oradores? Somos dados a largas
tertulias y conversaciones. Nuestro abanico de dichos incluye numerosísimas
opciones en las que está presente la conversación de tú a tú. Sin embargo,
encontraremos muy pocas relacionadas con la oratoria. Las causas pueden ser
múltiples: escasa tradición oratoria, una dictadura relativamente reciente, un
sistema educativo que fomenta los conocimientos pero no las habilidades. Etc,
etc. pero ¿De qué sirve encontrar las causas? Lo cierto, lo real, es que hay un
déficit oratorio en España.
Cuando en TVE
emitieron los programas Tengo una
pregunta para Usted y acudieron el
ex presidente Zapatero y el ahora Presidente Mariano Rajoy algo quedó patente.
Los políticos necesitan mejorar sus habilidades oratorias. En efecto, no es
algo nuevo, no estamos ante un hecho noticiable. Para muchos espectadores los
protagonistas eran los políticos. Para un servidor no. Según mi visión el
público fue el protagonista. El público lo pasaba realmente mal cuando les
llegaba el momento de formular su pregunta. “Qué nervios” “No he pegado ojo”
eran algunas de las expresiones antes de formular sus preguntas. Me pregunto
¿Cuándo se han llevado a cabo iniciativas similares en los EE.UU. pasaba lo
mismo? Me respondo no.
Como decíamos antes
las causas serán múltiples pero las soluciones pocas, concretas y evidentes.
Casi, me atrevo a afirmar que una. Los españoles somos muy buenos en algunas
cosas pero sobre todo en quejarnos. Lo segundo en lo que somos muy buenos es en
no hacer nada después de quejarnos. El hecho de quejarse puede ser bueno pues
desahoga y es necesario. De hecho, es fundamental quejarse para hacer algo
nuevo. Quassare, de donde se deriva
quejarse, en latín quiere decir
golpear. Es cierto, hay que destruir lo viejo para hacer algo nuevo. No
obstante, ahí es dónde fallamos. No hacemos nada nuevo. Nuestros representantes
políticos, en buena parte responsables de la educación, hacen prácticamente lo
mismo que sus predecesores. Ninguno hace algo por fomentar la oratoria y las
capacidades de comunicación en el alumnado. En cualquier caso no debemos pasar
esa patata caliente a la clase política. Eso es un plato que tenemos que
comernos entre todos. Padres, educadores, educandos, empresa privada,
administraciones públicas… todos, absolutamente todos los actores sociales
podemos hacer algo por fomentar el fortalecimiento de la oratoria en nuestra
sociedad. ¿Por qué ni anima a sus hijos a que reciten el último poema o cuenten
algo en la tertulia familiar? ¿Por qué no anima a sus hijos a pedir por todos
en el restaurante o en el bar cuando la familia sale a tomar algo? ¿Porqué los
maestros no enseñan algo de oratoria a sus alumnos? ¿Porqué los directivos y
directivas no confían en sus colaboradores para hacer una presentación ante un
cliente? ¿Por qué no invierten en formación? “Es caro, es lento, es imposible…”
La plétora de excusas, que no razones, puede ser inabarcable, desde luego. En
nuestra mano está solucionar esto. Si pensamos que la educación es cara
deberíamos saber lo costosa que es la ignorancia. No digamos: “Es imposible”.
En su lugar preguntémonos ¿Cómo?